Después de 17 días volvemos a Bangkok, punto donde iniciamos nuestra aventura. El calor, el bochorno y el caos es el mismo que conocimos en esas pocas horas que pasamos, pero ahora venimos más documentados de dónde ir y qué hacer en los últimos 2 días de viaje.
Así reservamos días antes por booking un hotel con piscina (Rikka Inn Hotel) en la zona de Khao San Road, un par de calles de backpackers donde se concentran cientos de hoteles, tiendas y restaurantes por el día, y bares y clubs por la noche. Es el dormitorio por excelencia de viajeros en Bangkok y se nota por ejemplo en los precios de los taxis que tienen tarifas muy infladas y que no dan su brazo a torcer a la hora de negociar.
Aprovechamos la primera mañana en Bangkok para irnos al MBK, un centro comercial gigante de 8 plantas, 2.000 tiendas y 150 restaurantes, visitado diariamente por miles de turistas atraídos por las falsificaciones de relojes, ropa, electrónica, etc.
Pasamos por tanto el día de compras, aunque no da para mucho ya que la compra de una falsificación buena de un reloj a un buen precio puede llevarte entre 2 y 3 horas de regateo y negociación. Como en todo, en las falsificación también hay diferentes niveles de calidad por lo que siempre hay que exigir que saquen la copia "buena" del reloj que quieres comprar.
Al día siguiente, Lonelyplanet en mano, hacemos una mañana de turismo obligatoria por si acaso no tenemos la ocasión de volver a Bangkok. En una mañana se pueden ver muy pocas cosas en una ciudad de 10 millones de habitantes pero es imprescindible ver el Gran Palace y el Wat Pho, el mayor Buda del mundo acostado.
Y más o menos aquí acaba el relato de esta aventura ya que de lo que hicimos el resto del día y la noche tengo vagos recuerdos por no decir ninguno.
Volvemos a España tras otras maratonianas 24 horas de trayectos y con el jetlag en el cuerpo paramos en un pueblo a 30 KM de Madrid, Perales de Tajuña, en el que a las 10 de la mañana nos comemos un chuletón de buey regado con un buen vino con la casualidad de que son las fiestas patronales, lo que nos hace quedarnos unas horas y quemar las últimas horas de fiesta antes de regresar Cartagena.
Así reservamos días antes por booking un hotel con piscina (Rikka Inn Hotel) en la zona de Khao San Road, un par de calles de backpackers donde se concentran cientos de hoteles, tiendas y restaurantes por el día, y bares y clubs por la noche. Es el dormitorio por excelencia de viajeros en Bangkok y se nota por ejemplo en los precios de los taxis que tienen tarifas muy infladas y que no dan su brazo a torcer a la hora de negociar.
Sin embargo, separándote unos pocos metros de Khao San Road puedes pillar un tuk-tuk negociando un precio módico o un taxi con taxímetro que siempre saldrá más barato pese a los insufribles atascos de esta megalópoli.
Aprovechamos la primera mañana en Bangkok para irnos al MBK, un centro comercial gigante de 8 plantas, 2.000 tiendas y 150 restaurantes, visitado diariamente por miles de turistas atraídos por las falsificaciones de relojes, ropa, electrónica, etc.
Pasamos por tanto el día de compras, aunque no da para mucho ya que la compra de una falsificación buena de un reloj a un buen precio puede llevarte entre 2 y 3 horas de regateo y negociación. Como en todo, en las falsificación también hay diferentes niveles de calidad por lo que siempre hay que exigir que saquen la copia "buena" del reloj que quieres comprar.
Al día siguiente, Lonelyplanet en mano, hacemos una mañana de turismo obligatoria por si acaso no tenemos la ocasión de volver a Bangkok. En una mañana se pueden ver muy pocas cosas en una ciudad de 10 millones de habitantes pero es imprescindible ver el Gran Palace y el Wat Pho, el mayor Buda del mundo acostado.
Y más o menos aquí acaba el relato de esta aventura ya que de lo que hicimos el resto del día y la noche tengo vagos recuerdos por no decir ninguno.
Volvemos a España tras otras maratonianas 24 horas de trayectos y con el jetlag en el cuerpo paramos en un pueblo a 30 KM de Madrid, Perales de Tajuña, en el que a las 10 de la mañana nos comemos un chuletón de buey regado con un buen vino con la casualidad de que son las fiestas patronales, lo que nos hace quedarnos unas horas y quemar las últimas horas de fiesta antes de regresar Cartagena.