Dejamos atrás cuatro días de cielos nubosos en los que en el
mejor de los casos terminamos mojados a mitad de la tarde. Cada jornada parece una copia de la anterior:
desde el amanecer hasta las 7am está más o menos despejado pero justo cuando
queremos empezar la marcha el cielo se cierra de tal manera que incluso cuesta
distinguir el paisaje a 100
metros de nosotros.
Sin embargo hoy ha sido diferente. Nada más abrir los ojos y
quitarnos las primeras legañas sabíamos que algo era distinto a ayer. Desde la ventana
se veía un cielo azul perfecto sin rastro de ninguna formación nubosa.
Asi, desde casi el propio saco, apartando un poco la
cortina, podemos ver el Everest y el Lhotse al fondo, ¡qué mejor despertar!
La jornada de trekking es larga (casi 6h) aunque el perfil
es bastante suave ascendiendo hasta los 4.400 metros en el
pueblo de Dingboche. Aquí pasamos el resto del largo día, paseando por las
lomas que rodean el pueblo y charlando con los pocos lugareños y turistas que
nos encontramos.
En esta zona el combustible más abundante y codiciado es el excremento de yak. Por todos los pueblos se puede ver cómo hay recolectores de mierda para luego hacer pequeñas tortillas que luego se secan durante días en cualquier lugar, paredes o explanadas.
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