Kilimanjaro

Kilimanjaro

sábado, 11 de julio de 2015

Gili Trawangan, el paraíso de Indonesia

Tiempo de relajarse y empezar realmente las vacaciones. Muchos viajes atrás recorriendo países de norte a sur y de oeste a este, cogiendo decenas de vuelos para ver lo máximo posible en poco tiempo siempre con el lema de "aquí no voy a volver nunca".

Indonesia se planteaba igual, más de 20.000 islas, Dragones de Komodo, orangutanes de Borneo, playa, surf, volcanes, selva, cultura.... como diría el filosófo contemporáneo del siglo XXI Juanillo: "pa tos no hay". Por ello, tras 4 días de un no parar, tratando de dejar nuestra huella en el mayor número de metros cuadrados de Bali, decidimos que ya está bien. Volveremos a ver los monos, los lagartos, regresaremos a aprender a hacer surf y quizá otro año subamos un volcán. Vámonos de vacaciones.

Desde Ubud cogemos un shuttle bus al este de la isla donde cogemos una lancha rápida a las Gili Islands, tres lentejas paradisiacas en el Índico a pocas millas de la isla de Lombok.


Desembarcamos en la isla más grande las tres, Gili Trawangan, la más poblada y turística en donde están construyendo resorts y restaurantes a un ritmo frenético. Desde Trawangan salen diariamente barcos a las otras dos islas, Gili Meno y Gili Air, que prometen ser más tranquilas y vírgenes que Gili Trawangan. Seguro que tendremos oportunidad de ver las tres.





No hace falta pasar muchas horas para darse cuenta que las Gili son lo más parecido al paraíso. No existe policía, no hay casi leyes lo que la convierte en un paraíso también para los que buscan drogas y magic mashrooms. Sí que está prohibido cualquier vehículo de combustión, lo que hace que el camino rústico perimetral de la isla sea la M30 de las bicis y carros con caballo. Si te sales del paseo principal del puerto donde hay más restaurantes y música de fondo, no se perciben otros sonidos a parte del de las olas del mar y los pájaros, playas de arena blanca y lo mejor de todo, la gente.  Los indonesios, como casi todo el sudeste asiático, es un pueblo amable y siempre dispuesto a ayudar. Cuidan al turísta y saben que es su única fuente de ingresos lo que hace que el trato con ellos siempre esté adornado con una sonrisa.

El punto negativo de las Gili: las playas son preciosas pero una vez que te metes en el agua no hay practicamente arena. El coral llega hasta la propia orilla lo que hace más complicado el baño, sobre todo a nosotros que estamos acostumbrados a los bancos de arena del Mediterráneo. Pero no es un gran problema, siempre hay donde meterse y cómo refrescarse.

Nos pasamos le primer día aterrizando y lo primero que hacemos es mimetizarnos con el entorno y alquilar una bicis. Yo tengo suerte, mi bici tiene las ruedas echas un ocho, se me atranca la cadena, no cambia de plato y el asiento es un asco. Pero al menos no se me caen los pedales como a Pepe y Tony :)




Después de un bañico alquilamos tubo y gafas y nos tiramos al agua haciendo snorkel entre el coral, siendo el fondo marino lo más parecido a un salvapantallas de Windows, peces de todos los tipos, tamaños y colores, morenas, calamares, barracudas y yo particularmente, gracias a mi paciencia, tuve la oportunidad de ver a la tan buscada tortuga de las Gili. No tenía una GoPro para echar una foto debajo del agua pero la he buscado en internet y era esta misma.



La noche en las Gili dicen que es hasta el amanecer. Dicen... porque nosotros tenemos la gran suerte de haber venido aquí durante el Ramadán. En estos días todo el ambiente de la isla termina a las 12 de la noche, quedando algunos puntos donde la gente se concentra en torno a una hoguera y suelen salir alguna guitarra que ameniza las últimas cervezas antes de dormir. Gracias a esto, y después de 12 caipirinhas, unos tanto Jaggers, y millon y medio de cuenta en el bar, podemos irnos a descansar a una hora decente aprovechando el día siguiente.

La primera noche conocemos a un grupo de españoles que viven en la isla trabajando como instructores de buceo, algunos de ellos llevan en este pedazo de tierra más de dos años y dicen que no se vuelven a España. Pedro, un barcelonés español muy majo,  nos da las claves para los siguientes días y nos recomienda los mejores sitios locales para comer. Para el lunes ya hemos gestionado con él una inmersión tipo bautizo.

El segundo día, aunque algo nublado, disfrutamos de la puesta de sol en el Aston Resort Sunset Beach, mientras disfrutamos de un concierto de música reggae en directo a poco metros. Muy dificil de mejorar este momento.







Por la noche volvemos a la zona de marcha (principalmente no salimos del Sama-Sama), y entre otras caipirinhas llegamos sin darnos cuenta a las 12 y todo cerrado, acabando en un garito en donde los camareros empiezan a retarnos a un concurso de pulsos apostándonos pasta. Yo enseguida les chumbo al Chiki, que lleva todo el año en el gimnasio esperando a este momento glorioso. Evidentemente acaba sin piedad con los indonesios y se gana unas cervezas gratis :)



Ah, se me olvidaba. Cenamos en el mercado local, en puestos de la calle donde seleccionas los pescados y te los hacen a la brasa y casualmente nos encontramos en la mesa de al lado con nuestros amigos de Alicante, el tordaco y Mari Nieves! Indonesia, 20.000 islas! ya era mala suerte encontrarnos :P




Hoy sábado más de lo mismo, más sufrir y volver a sufrir. Llevamos un estress tremendo porque no sabemos en donde bañarnos ni dónde comer. Esas son nuestras preocupaciones en la isla. Hemos ido al Wurung Family, un pequeño restaurante de una familia lugareña que nos recomendó Pedro y hasta hoy, ha sido el mejor sitio donde hemos comido.





Después siesta, baño, siesta con baño, masaje balinés, piscina, cena,... un no parar vamos.







Ah, y antes de comer Chiki y yo con dos cojones nos recorrimos la isla corriendo en el sentido de las agujas del reloj. 40 minutos a ritmo de abuelo, excepto cuando pasabamos por delante de chiringuitos que apretabamos como si no hubiera un mañana.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario