Y así podríamos resumir nuestro paso por Kanazawa, una ciudad en la costa oeste de Japón, situada en la prefectura de Ishikawa y que tuvo cierta relevancia en la historia de Japón al albergar una de las familias feudales más importantes del periodo Tokugawa: el clan Maeda.
Salimos de Tokio para llegar a Kanazawa via shinkanshen (tren bala) en la tarde del lunes 5 de septiembre, cambiando nuestra madriguera en la city por un modesto backpackers y donde nada más llegar nos damos cuenta que necesitariamos algo más de esa tarde para ver la ciudad.
Ya que Kanazawa tiene muchas cosas que ver aunque la mayoría lejos de nuestro interés, como muchos santuarios o musesos, como el de dulces japoneses, el museo de panes de oro, el museo de arte tradicional, y así un largo etcétera. Sin embargo, la ciudad es un museo en sí misma, paseando por sus calles puedes teletransportarte en el tiempo a la época de los samurais o empaparte de la cultura y estilo de vida de las geishas. Pero las distancias son largas así que andar no es la mejor opción. Existen varias líneas circulares de autobús que paran en la mayoría de atracciones turísticas pero nosotros optamos por alquilar unas bicis en el propio hostal y hacer la Vuelta ciclista a Kanazawa.
Después del mercado de pescado Tsukiji de Tokio, Kanazawa está considerada por albergar el siguiente mercado más importante del país, el mercado Omi-cho. Nada más llegar, cogemos las bicis y nos vamos para allá para comer un buen sushi y una vez puesto el sol paseamos por el barrio de geishas Kazuemachi donde nos tomamos nuestro primer sake.
El día siguiente amanece lloviendo y habiendo dormido poco gracias otra vez al porco roncador de Jaime. Cada día le tengo más aprecio. Poncho en mano y bici de todo menos engrasada recorremos Kanazawa, visitando primero la atracción turística número uno: el parque del antiguo castillo y los jardines Herokuen.
Camino al amuerzo pasamos por el famoso distrito de geishas de Nishi Chaya. Aunque poco animado un día lluvioso como este, es imperdible pasear por aqui, contemplar la arquitectura de la época y si es posible entrar a una de las muchas casas de geishas convertidas a museos.
Ser líder de un grupo es una tarea muy complicada y conlleva una gran responsabilidad. Tienes que anticiparte al momento, tener claro a dónde nos dirijimos, despertarte por la mañana y, mientras que el grupo revisa el Whatsapp y Facebook, aprovechar el momento wifi del hotel para buscar qué vamos a ver hoy y dónde vamos a comer, y todo esto que sea del agrado y gusto de todos. Y con un tio como Torrente esto es complicado porque aún no he encontrado en Japón un sitio donde esté su abuela cocinándole una paella o tortilla de patatas.
Mi querido y apreciado padawan Chiki quiere hacer prácticas de líder. Lo veo como ese tordo metido en la caja de zapatos que todos hemos tenido de pequeños, queriendo salir de la caja y volar, pero sin alas. Y sin alas hoy se ha pegado un tortazo intentado llevarnos a un restaurante Chino en el mercado de Omi-cho y al llegar estaba cerrado. No es su culpa, quien no lo intenta no yerra. Sígue intentándolo pajarillo.
Yo ya tenía el lugar buscado desde primera hora de la mañana. En un callejón cerca de la Estación de Kanazawa comemos en Taiga Noodles, una especie de cochera convertida a restaurante y en el que nos encontramos nada más llegar una cola de trabajadores nipones en la puerta, muy buena señal. La especialidad es el Ramen, sin duda el mejor Ramen que hemos comido hasta el momento.
Buches hinchados agarramos nuestras bicis y nos vamos al hostal a reposar la comida. De Japón me impresionan muchísimas cosas, la primera es la extrema limpieza de las calles. No encontrarás ni un sólo papel tirado, ni una sóla colilla, no hay chicles pegados en las aceras, las hojas desprendidas de los árboles no permanencen muchas horas en el suelo antes de ser barridas y pese a lo extraño que pueda parecer no encontrarás pepeleras ni contenedores. Y es que en la sociedad nipona todos tienen grabado a fuego el concepto de que la basura que tú generas es tuya, es tu responsabilidad guardarla para casa y gestionar su reciclaje. Me encanta. Seguro que cuando vuelva a España diré ¡como en España no se vive en ningún sitio! pero también diré ¡qué cerdos somos!
Otra cosa que me sorprende es que las ciudades, por muy pequeñas que sean, tienen auténticos carriles bici en el 100% del área metropolitana. Todas las aceras tienen sus carriles para peatones y bicis, correctamente señalizados y sin sorpresas de "fin de carril bici" como en España. Además de esto, la ciudad, tanto en el exterior como en el interior de estaciones de metro o tren, es atravesada por autopistas amarillas señalizando el camino a personas invidentes.
Después de la siesta, padawan Chipi y yo volvemos a coger las bicis y atravesamos junto al río toda la ciudad, pasando por el antiguo barrio de samurais Nagamachi para acabar cenando "sushi de pollo" y calamares teriyaki en uno de los cientos de restaurantes que nos encontramos por la zona del distrito de Hachibacho.
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