El "Gracias Chiki" no me lo quito de la cabeza, estaré toda la vida agradecido por la gran aportación que has hecho a este viaje que ahora empieza. No tuviste suficiente con tu gran contribución aquella noche de borrachera en Ciudad del Cabo en la que nos perdimos el teleférico al día siguiente, no. No tuviste suficiente también en Cape Town dejándonos sin ver un partido de rugby, no. Gracias y mil gracias por este gran regalo que me has hecho para estos largos 21 días de viaje por el imperio del sol naciente. Nunca lo olvidaré, no soy rencoroso pero me la pagarás :)
Descargado un poco, y tras darle tres puñetazos a la pared,, empezamos esta aventura por Japón de tres semanas. Nunca voy a echar tanto de menos a personales inigualables como el bocaseca, huevas, caborrín de los bosques e incluso al odiado por todos Marrano.
Llegamos un 31 de agosto a Tokyo tras casi 24 horas de viaje y otro gran acierto: el pisazo que reservamos en Airbnb. 2 habitaciones, cocina, baño, aseo y sala de estar por unos 40€ / noche pax, que tras hacer un sondeo por webs de reserva de hoteles/pisos, es un lujazo. Además, el dueño que vive en el mismo edificio nos ha dejado comida, agua, té, utensilios de baño y una completa web diseñada por él mismo donde tenemos referencias de bares cercanos, tiendas, cómo usar la lavadora, cómo reciclar e incluso el uso de los famosos WC japoneses. De nada Chiki, no voy a estar siempre.
Cargados hasta los ojos de jetlag no dormimos nada esa noche por lo que a las 5am desayunamos y empezamos nuestra exploración por esta jungla de hormigón. Gracias a que el piso también cuenta con un dispositivo "Pocket Wi-fi" tenemos Internet durante todo el día y podemos ir siguiendo via Google Maps las rutas que nos interesan. Nuestro objetivo del día es el mercado de Tsukiji, especificamente comer sushi. En este mercado se subastan cada día más de 2.000 toneladas de pescado, una subasta que se ha convertido en atracción turística en la que tienes que hacer cola desde las 3am para coger uno de los 120 pases que entregan diariamente. Nos lo pensamos por un momento ya que es ideal para ir el primer día con jetlag pero decidimos que no merecía la pena la paliza, además de que el transporte no era fácil a esas horas.
6am estamos ya por las calles de Tokio con un sol de justicia. Aprovechamos el Japan Rail pass para movernos por la linea JR Yamanote para no pagar metro bajándonos en Tokyo Station, punto de partida de una ruta de 4 horas andando.
Visitamos los jardines del palacio Imperial, las calles de tiendas de lujo de Ginza, el Teatro Kabuki-za y los místicos bares de debajo de la vía del tren de Yurakucho hasta llegar al mercado de Tsukiji. El mercado es una fiesta para los sentidos, hueles y ves cosas que no sabes muy bien si es decoración o comida. Está repleto de restaurantes y puestos callejeros que invitan a poner a prueba el paladar y por supuesto, al estómago. Pero la reina del baile aquí es el sushi, a eso hemos venido y tanto habíamos leído sobre que no hay lugar en el mundo en el que se coma sushi tan fresco y de tan buena calidad como aquí por lo que a pesar de ser las 8am mi apetito llevaba horas llamando a la puerta.
Yo, amante del sushi, podría corroborar que han sido las mejores piezas de nigiri de atún que he comido nunca pero mejor decir que al "tonto" del Chiki también le ha gustado pese a no gustarle ni el pescado.
Una vez puesto el sol, y tras una siesta de 6 horas de jetlag, nos damos una vuelta por el vecino barrio de Akihabara, epicentro Electrónico de Tokyo. Si no encuentras un artilugio o gadget aquí es que no existe. Entre una jungla de edificios con luces de neón publicitando las grandes casas de la industria electrónica y de los videojuegos se camuflan unas carrejuelas pobladas con niñas vestidas de colegialas o sirvientas que sirven de gancho para los Maid Cafés, un tipo de cafés-restaurantes en las que las camareras son chicas de aspecto juvenil e inocente vestidas con llamativos trajes de sirvientas del siglo pasado y donde los clientes suele ser una caterba de japoneses perturbados que van a allí a cumplir sus fantasias.
Descargado un poco, y tras darle tres puñetazos a la pared,, empezamos esta aventura por Japón de tres semanas. Nunca voy a echar tanto de menos a personales inigualables como el bocaseca, huevas, caborrín de los bosques e incluso al odiado por todos Marrano.
Llegamos un 31 de agosto a Tokyo tras casi 24 horas de viaje y otro gran acierto: el pisazo que reservamos en Airbnb. 2 habitaciones, cocina, baño, aseo y sala de estar por unos 40€ / noche pax, que tras hacer un sondeo por webs de reserva de hoteles/pisos, es un lujazo. Además, el dueño que vive en el mismo edificio nos ha dejado comida, agua, té, utensilios de baño y una completa web diseñada por él mismo donde tenemos referencias de bares cercanos, tiendas, cómo usar la lavadora, cómo reciclar e incluso el uso de los famosos WC japoneses. De nada Chiki, no voy a estar siempre.
Cargados hasta los ojos de jetlag no dormimos nada esa noche por lo que a las 5am desayunamos y empezamos nuestra exploración por esta jungla de hormigón. Gracias a que el piso también cuenta con un dispositivo "Pocket Wi-fi" tenemos Internet durante todo el día y podemos ir siguiendo via Google Maps las rutas que nos interesan. Nuestro objetivo del día es el mercado de Tsukiji, especificamente comer sushi. En este mercado se subastan cada día más de 2.000 toneladas de pescado, una subasta que se ha convertido en atracción turística en la que tienes que hacer cola desde las 3am para coger uno de los 120 pases que entregan diariamente. Nos lo pensamos por un momento ya que es ideal para ir el primer día con jetlag pero decidimos que no merecía la pena la paliza, además de que el transporte no era fácil a esas horas.
6am estamos ya por las calles de Tokio con un sol de justicia. Aprovechamos el Japan Rail pass para movernos por la linea JR Yamanote para no pagar metro bajándonos en Tokyo Station, punto de partida de una ruta de 4 horas andando.
Yo, amante del sushi, podría corroborar que han sido las mejores piezas de nigiri de atún que he comido nunca pero mejor decir que al "tonto" del Chiki también le ha gustado pese a no gustarle ni el pescado.
Una vez puesto el sol, y tras una siesta de 6 horas de jetlag, nos damos una vuelta por el vecino barrio de Akihabara, epicentro Electrónico de Tokyo. Si no encuentras un artilugio o gadget aquí es que no existe. Entre una jungla de edificios con luces de neón publicitando las grandes casas de la industria electrónica y de los videojuegos se camuflan unas carrejuelas pobladas con niñas vestidas de colegialas o sirvientas que sirven de gancho para los Maid Cafés, un tipo de cafés-restaurantes en las que las camareras son chicas de aspecto juvenil e inocente vestidas con llamativos trajes de sirvientas del siglo pasado y donde los clientes suele ser una caterba de japoneses perturbados que van a allí a cumplir sus fantasias.
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